Es un caso de éxito. Y de respeto a la tradición y al oficio de panadero. Vayan por delante estas cifras: factura cerca de 14 millones de euros al año, da empleo a 160 personas, muchos de los cuales llevan trabajando allí toda su vida. Poilâne amasa el 3% de todo el pan que se vende en París. Su especialidad es el pan miche o boule, el pan de hogaza, elaborado artesanalmente por esta familia de panaderos, dedicados a este oficio desde 1932. Estas hogazas se consumen a diario en el Palacio del Eliseo, además de en más de 250 supermercados y restaurantes parisinos y se exportan más de 200.000 panes a clientes de más de 20 países en el mundo, como Japón o Arabia Saudí.
Como siempre ocurre, detrás de una cifra hay una historia humana que contar. Y la de Apollonia Poilâne me ha emocionado. La he leído en el especial de gastronomía de la revista estadounidense The New Yorker. Me gustaría compartirla.
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