Amas de casa, amigos que quieren agasajar o dar a conocer nuestra comida a extranjeros aquí o fuera del país, tanto para un almuerzo o cena sencillos como para banquetes, me preguntan con frecuencia la posible conformación de un menú que pueda mostrar algo de la comida venezolana.
Es bueno aclarar que es difícil, si no imposible, complacer al mismo tiempo situaciones tan diversas. Todos, además, estamos hoy día, por razones de salud o por tener el mejor aspecto físico, muy pendientes de lo que comemos. Los resultados de investigaciones muchas veces variables y contradictorios, nos mantienen alertas y muchas veces frustrados a la hora de comer. La sal, las grasas, el azúcar, el colesterol, las fibras y tantas otras cosas nos mantienen a unos más a otros menos, pendientes de lo que comemos.
Creo que durante mi niñez y juventud comíamos más cantidad. Era saludable comer y mostrar una cierta robustez. Era normal que el almuerzo de una casa, de medianos recursos, consistiera en una sopa, un primer plato y un segundo plato, amén de acompañantes, ensalada, frutas, postre. No creo que hubiese más obesos, quizás lo contrario. Posiblemente llevábamos una vida menos activa, menos sedentaria, y nuestra alimentación, aun cuando en mayor cantidad, era menos “rica”.
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