HUERTOS URBANOS Una historia de perseverancia

HUERTOS URBANOS

Una historia de perseverancia

Los pueblos en crisis inventan o perecen, y la génesis de los huertos urbanos es el ejemplo más ilustrativo de esta afirmación. Lo que hoy es una tendencia a nivel global incluso con un toque hipster, tuvo sus inicios durante los períodos difíciles de las dos guerras mundiales, cuando las hambrunas producidas por la escasez por limitaciones en el intercambio comercial, forzaron el cultivo de verduras y hortalizas en espacios dentro de las grandes ciudades. Azoteas, jardines, parques y hasta campos de fútbol fueron aprovechados para este fin y como una expresión patriótica fueron denominados jardines de la victoria, llegando a suplir hasta un 40% del consumo de alimentos durante la II Guerra Mundial. En particular la papa, orgullosamente americana, es considerada como el alimento que salvó a los europeos de morir por inanición.

 

EL AUGE DE LOS HUERTOS CASEROS

En la década de los 60, con el nacimiento del movimiento hippie que revolucionó el mundo cultural de la época con consignas pacifistas, antiestatus y ecologistas, renace la afición por los cultivos caseros de productos agrícolas no intervenidos genéticamente, sin aditivos, en un entorno ecológico completamente natural. Esta filosofía no solamente ha prevalecido sino que se ha extendido y popularizado.

Y no podría haber sido de otra manera, pues para hacer un huerto, solo se necesita un balcón o azotea con bastante luz, macetas distribuidas verticalmente para ganar más espacio, tierra con sustratos orgánicos y semillas que deben ser germinadas en pequeños recipientes antes de ser trasplantadas. Para dosificar el agua de riego, nunca faltan los dispositivos que cada quien diseña para automatizar esta función y poder disfrutar unas merecidas vacaciones fuera de casa, incluyendo botellas recicladas de refresco o agua.

ABASTECIENDO A LA GASTRONOMÍA CRIOLLA Y MUNDIAL

La tendencia actual a estar bien alimentado con productos cultivados orgánicamente, sin perder el gusto y placer por la comida, ha estimulado a restaurantes de vanguardia en todas las latitudes a ofrecer platos confeccionados con productos obtenidos de su propia cosecha. El gran chef francés Michel Bras fue uno de los primeros en hacerlo, pero no el único; se sumaron muy pronto a esta tendencia el chef Floren Domezáin, que cuida el huerto más grande del mundo en una azotea en el Hotel Wellington de Madrid, el chef danés de Noma René Redzepi, que se autodefine como un “cocinero recolector”, o Virgilio Martínez de Central en Lima, donde destina un espacio en su azotea para cultivar algunos de los productos que sirven en su menú degustación.

Aunque en Venezuela, a pesar de tener excelentes suelos para el cultivo, esta práctica no está muy extendida y aquella propuesta de los ¨gallineros verticales¨ nunca se concretó, hay algunos locales como La Casa Bistró del chef Francisco Abenante, en Caracas, que se han incorporado a esta onda ecológica, contando con un huerto propio ubicado en una zona industrial dentro de la misma ciudad capital. Aprestémonos, pues, a montar nuestro huerto, los tiempos que corren pareciera que así lo exigen.

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http://www.cervezazulia.com/la-multiplicacion-de-los-huertos-urbanos/