Con tres locales en La Molina, Angélica Obregón ofrece cuarenta sabores y combinaciones para refrescar el verano
JULIO ESCALANTE ROJAS
Y pensar que Angélica Obregón quiso en algún momento estudiar medicina. Hoy es la autora de una de las cremoladas más famosas de Lima. En esta mañana calurosa, recuerda que se había preparado durante largo tiempo para dar el examen de admisión, pero era joven, estaba enamorada y prefirió casarse. No se trataba de una locura de verano. Después de haber vivido toda su niñez y adolescencia en una hacienda de Monterrico, donde su padre era el capataz, Angélica se mudó a La Molina y allí inició su propio camino. A los 22 años y ya casada se decidió a vender frutas en una tienda y luego de puerta en puerta. Ese fue el primer antecedente de su relación con el color y la textura de lo más natural.
Y pensar que la venta de cremoladas comenzó siendo un negocio secundario y hoy, que el calor invade todos los rincones, vende unos 700 vasos al día. Aquí, en una pequeña calle, antes de que la cuadra 12 de Raúl Ferrero se convirtiera en el epicentro comercial de La Molina, la tienda de Angélica ya funcionaba. No había supermercados ni restaurantes ni cines, cuando a mediados de los años 90 ella abrió su bodega de frutas y verduras. Luego pensó que podía aprovechar las frutas también para preparar helados o jugos. O quizá cremoladas. “Comenzamos con cinco litros, y aunque ocupar un espacio de la bodega podía parecer un estorbo, yo insistía con las cremoladas; si no se vende ahora, decía, más adelante será”. Los dos sabores del inicio: maracuyá y lúcuma. Hoy tiene cuarenta y dos, entre ellos granadilla, tuna, ciruela criolla, aguaje, coco, camu camu,palta y un delicioso etcétera. Pero a la venta no hay más de veinte porque depende de la estación conseguir la fruta necesaria. Hay frutas que su esposo, quien está más a cargo de la bodega, le provee directamente de mayoristas y otras como la frambuesa y la zarzamora las compra a un vivero. El kilo de zarzamora puede llegar a costar S/.35.
Y pensar que para cada nuevo sabor que se le ocurre a Angélica, el mejor ‘focus group’ lo componen su familia y amigos. Si a sus hijos les gusta, la cremolada sale a la venta. Su receta no tiene artificios o una química especial. Solo sinceridad: lo que vende es una fruta transformada en crema, un punto exacto por encima de ser un jugo helado y sin llegar a ser escarcha. Con el paso de los años, Angélica ha aprendido a programar todo lo que va a preparar para la semana, y así logra tener con anticipación lo que recién venderá 3 o 4 días después. “Si saco seis baldes de cremolada de lúcuma, el sabor que más se vende, sé que se acabarán y que cada día debo preparar la misma cantidad para reponer”. Todo se almacena y rota. Para el público cada vaso cuesta S/.4 y un litro hasta S/.14.
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