Se creía que el tubérculo transmitía enfermedades y se desconfiaba de él porque no aparecía en la Biblia. Los monarcas tuvieron que convencer a sus súbditos de las ventajas de cultivarla
Una de las hazañas más meritorias de Francisco Pizarro fue descubrir la patata. Este alimento llegó por vez primera a España en 1560, era oriunda de los Andes chilenos y peruanos, y crecía en zonas montañosas en las que no lo hacía el maíz, el principal alimento de los Incas.
El nuevo producto gastronómico fue presentado al emperador Carlos I e, incluso, algunos ejemplares se enviaron al Papa Julio II, como rareza botánica. De nuestro país la planta se extendió a Portugal, Italia, Francia e Inglaterra, en donde se explotó únicamente como planta ornamental en patios y jardines.
Invento del diablo
La patata pertenece a la familia de las solanáceas, entre las cuales también se encuentra el tomate y el tabaco. Los inicios de este tubérculo en el Viejo Continente no fueron nada fáciles, su apariencia poco agradable y el hecho de que creciera bajo tierra propició que inicialmente fuese rechazada en todos los ámbitos sociales. A esto habría que añadir que la patata no aparece citada en la Biblia y que se le atribuyó una condición demoníaca, ya que se le imputaba la transmisión de algunas enfermedades como la lepra o la tuberculosis.
Algunos científicos la clasificaron como una anomalía botánica, de hecho en Francia y en algunas zonas de Bélgica y Holanda se la denomina como «manzanas de tierra».
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