Se acabó Mistura y al margen de las condiciones en las que ha quedado el Campo de Marte, que es algo que deberán evaluar después de comprobar los daños causados, hay varias cositas que nos han dejado un mal sabor.
Si bien, sin lugar a dudas, la gastronomía se ha convertido en nuestra primera razón de orgullo (no creo que exista en ninguna parte del mundo una feria en la que el único objetivo sea ir a comer), el primer discurso de los organizadores de Mistura en el 2009 (la primera feria en el 2008 se llamó “Perú mucho gusto”), ha cambiado totalmente.
En aquel momento hablaban de inclusión social, asegurando que en Mistura todos los peruanos tendrían la oportunidad de probar los platos de los restaurantes a los que normalmente no podían acceder por sus altos precios, porque éstos estarían a doce soles, el precio más alto de la famosa feria gastronómica.
Sin embargo, ahora resulta que no sólo no estuvieron a doce soles, ni a quince, ni a veinte; sino que simplemente no estaban. El pretexto es que habían disminuido la participación de los restaurantes limeños para dar espacio a la presencia regional y cocinas rústicas.
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Post: El mal sabor que nos dejó Mistura
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