Se acabó pasar frío o morir de calor cuando la crisis aprieta y el botellón se convierte en la única opción viable para una noche de ocio.
Y, lo más importante, se acabó lo de salir corriendo ante la llegada de la Policía; y lo de beber en la calle con la lógica molestia –y a veces venganza en forma de ducha inesperada– de los vecinos.
"Si alguien quiere hacer botellón, nosotros ponemos el local, el hielo, los vasos, la música y las mesas. El cliente paga nueve euros y lo tiene todo", explica Fernando Díaz, propietario de El previo (calle de Capitán Haya, 11, Madrid).
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