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LAS NOCHES QUE PASÓ CARLOS GARDEL EN EL HOTEL GRANADA - Vinicio Díaz




Vinicio Diaz3 h
LAS NOCHES QUE PASÓ CARLOS GARDEL EN EL HOTEL GRANADA
Vinicio Díaz
Es muy probable que a estas alturas del siglo XXI nadie recuerde que en el viejo Hotel Granada se hospedó Carlos Gardel cuando visitó a Maracaibo en mayo de 1935 en compañía de sus músicos Domingo Riverol, Guillermo Barbieri, José María Aguilar y Alfredo Le Pera.
La presencia del Zorzal Criollo en ese hotel que ahora es el despojo de una ruina agónica que nadie se atreve a derribar, es uno de los tantos fantasmas que deben rondar todas las noches por sus desvencijados y malolientes pasillos, escaleras y terrazas.
Cuando Gardel visitó Maracaibo, el Hotel Granada tenía apenas 5 años de construido. Era la novedad del momento por su buena ubicación, atractiva imagen arquitectónica y por su ambientación interna que fueron diseñadas bajo el influjo del Art Nouveau y el Art Deco, aunque no dejaba de tener también elementos mediterráneos.
Gardel y sus músicos arribaron al puerto de Maracaibo la mañana del 17 de mayo de 1935 a bordo del vapor Libertador. Una muchedumbre lo recibió con gran alegría bajo el sonido de las sirenas de los barcos, de las cornetas de los carros y de bombas pirotécnicas. Un vehículo descapotado lo trasladó directamente al Hotel Granada donde tenía reservadas desde hacía una semana tres habitaciones en el ala sur del segundo piso. En una pernoctaría sólo el cantante, y en las otras sus músicos.
Frente al hotel, ubicado en la también recién inaugurada Carretera Unión, lo esperaron igualmente cientos de personas, sobre todo un tumulto de mujeres de la clase alta que deseaban verlo de cerca para estrechar sus manos y dejarle, entre susurros y suspiros, pañuelos perfumados y uno que otro papelito con escritos insinuantes impregnados de aromáticas esencias.
Tras vadear el acoso de las admiradoras pudo entrar finalmente al Granada. Se le notaba cansado por el trajín del viaje desde La Guaira a Maracaibo. Ese día vestía “traje gris, bufanda liviana de colores y sombrero claro de fieltro”. (1) “El Morocho del Abasto” pensó que ya lo peor había terminado, pero una vez que cruzó el umbral de la recepción se formó otra algarabía. Los meseros y cocineros “que eran de vocecita aflautada y caminar ligerito exclamaban: que ojos tan hermosos, parecen un par de uvas, refiriéndose a Gardel”. (2)
Al cantante debió impresionarle la imagen y el ambiente cálido y acogedor que se respiraba en el Granada en esos tiempos cuando todavía olía a nuevo, sin embargo, debió reconocer, en su fuero interno, que había conocido mejores hoteles en las capitales del mundo donde se había hospedado, como el Ritz de Nueva York, el Palace de Madrid, el Regina de Barcelona o el Meurice de París.
El Granada era en verdad un hotel modesto en una ciudad que apenas salía de su pasado provinciano y colonial, pero que estaba entrando sin embargo en un proceso acelerado de cambios como resultado del incipiente desarrollo de la industria petrolera.
Su estructura está montada sobre un área de 735 metros cuadrados y constaba de 4 plantas. La primera planta era un sótano donde estaba el servicio y un depósito. En la planta baja funcionaba la recepción, el área de cocina y servicios, el comedor, parte de la habitaciones y un café panorámico con vista a la Carretera Unión. En sus mejores tiempo, el área donde estaba el comedor y el café era muy visitada por su calida, relajada y acogedora atmósfera. Estaba decorada con piezas únicas de estilo Art Deco que eran dignas de colección.
Contó con un primer nivel donde había 15 habitaciones más una pequeña dependencia de servicios, y luego un último nivel con igual número de habitaciones donde estaban 2 miradores o estancias destinadas al esparcimiento de los huéspedes, pero que años más tarde fueron modificadas para ofrecer mayor capacidad de habitaciones.
Las cuatro plantas estaban conectadas por un ascensor ubicado en la parte sur de la construcción y una escalera central de espectacular acceso y diseño de baranda. Solamente dos edificios de Maracaibo tenía ascensor en ese año, el otro era La Botica Nueva. El Granada tenía en 1935 capacidad para recibir 100 personas distribuidas en 67 alcobas que eran atendidas por 35 empleados de servicio y 5 de administración.
La habitación de Gardel no tenía aire acondicionado, pero en el ala sur a menudo entraba por las noches una brisa agradable que hacía soportable los calores que suelen dominar la ciudad. Además, desde su amplia ventana se podía apreciar una vista impresionante del Lago de Maracaibo.
Hubo personas que vieron a Gardel con su peculiar peinado y su esbelta figura que atraían a las mujeres, pasearse al estilo dandy por los corredores del Hotel Granada vestido con pantalón negro, tirantes, camisa blanca manga larga y zapatos de charol. Otros aseguraban que lo conocieron cuando desayunaba en el café que dada hacia la Carretera Unión tomándose una copa de coñac marca Hennessy.
Gardel salió del Granada la noche del 18 de mayo hacia el Teatro Metro donde ofreció un clamoroso recital con boletería agotada. El 20 de mayo fue a Cabimas para ofrecer otra actuación. Regresó al hotel al día siguiente y pernoctó en la misma habitación que se le había reservado. Dos días después ofreció otro recital, esta vez en el Teatro Baralt, donde no quedó espacio para un alma.
Gardel tocó las puertas, las escaleras y la platería del Hotel Granada, aplacó en una de sus mullidas camas el cansancio que deja una noche de actuación, vio al Lago en la mañana, percibió el calor de la ciudad y de su gente, apagó las colillas de los cigarros en los elegantes ceniceros Art Deco del café. Y, a lo mejor, hasta presintió en sus pocos momentos de soledad, y bajo el silencio que le deparaba la habitación, que esa sería la última vez que vería esta tierra.


(1) Testimonio de Luis Felipe Barboza Villamizar. Aventurero colombiano que vio a Gardel en Maracaibo.
(2) Ídem.
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